Hace tiempo que cambié el tono de este blog, decidí que no quería escribir artículos de opinión, quería contar historias. Y desde hace un tiempo ya sólo me dedico a contar anécdotas y curiosidades sobre la ciudad que me ha dado cobijo los últimos 4 años de mi vida.
Ahora bien, aunque sé que debería mantenerme al margen de posturas políticas –que eso hacen los buenos blogueros-, considero que muchos de mis lectores son inmigrantes o visitantes recurrentes de este país, y eso hace que me sienta obligada a dar mi opinión con motivo de los recientes resultados de las elecciones estadounidenses.
El miércoles -9 de Noviembre- Nueva York despertó atónita. Donald Trump sería el nuevo Presidente de Estados Unidos y nadie podía creerlo. Nadie a mi alrededor podía creer que lo impensable hubiera ocurrido. »¡Qué vergüenza! ¡Hoy me avergüenzo de ser americano!» me decía un amigo de camino al aeropuerto. Nos íbamos a Houston, por trabajo. El país entero en una situación post-elección post-apocalíptica y yo me voy a Texas, el Estado republicano por excelencia, el día después de la victoria republicana en las urnas. No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar.
Muchos neoyorquinos vivimos en la tranquilidad de este oasis de diversidad, ajenos a los problemas existentes en muchos de los Estados de este país. Problemas que puede que a la mayoría de españoles nos cuesten de entender. Porque para mí, esto no es un tema de izquierda o derecha, no tiene nada que ver con tener una ideología socialista o conservadora. Esto es un problema de principios. Hemos permitido que un individuo racista, misógino y xenófobo llegue al poder, y ahora vamos a sufrir las consecuencias. Y es que ¿cómo íbamos a pararlo? La libertad de expresión que él ahora condena es precisamente la que le ha permitido llevar su mensaje de odio por todo el país sin que nadie lo pare. En dos años de campaña Donald Trump no ha dejado títere con cabeza. Ha ofendido a mexicanos, musulmanes, chinos, afroamericanos, a hombres de negocios con fortunas mucho más grandes que la suya, a todo el género femenino, a prácticamente toda la prensa norteamericana, a la clase política en general, y a Barack Obama en particular. Y le hemos dejado. Nunca en la historia de la política norteamericana ha habido un candidato que haya dicho más mentiras, disfrazándolas de hechos. Se ha burlado de todo el mundo.
Y no me vengáis con que la alternativa era peor. Por mucho que no te guste Hillary Clinton, lo que Donald Trump hace y dice es muchísimo peor. Sólo hay que ver 5 minutos de cualquiera de los debates para darse cuenta. Además, yo no creo que su victoria haya sido el resultado de una oposición a Hillary Clinton. Sé que ella no es ninguna santa, pero también creo que la gente que ha votado a Trump, le ha votado porque querían votarle a él, no porque no quisieran votar a Hillary. Además, el voto popular lo ha ganado ella.
A pesar de todo, yo soy optimista, creo que en el fondo no está tan loco como parece. Quiero creer que Trump ha hecho de las elecciones su propio reality show, usando todas las tácticas posibles para ganar popularidad, pero que en el fondo no piensa todo lo que dice. Y también pienso que ni él mismo creía que iba a ganar. Y es que, el problema no es su victoria, el problema es que con su victoria ha despertado a una América dormida. Una América con muchísimo odio. Con su lenguaje racista, misógino y xenófobo, ha dado permiso a cada persona racista, misógina y xenófoba de este país ha hacer lo mismo que él. And that is not ok. Incita al odio. Y cada día se ven ejemplos de ello.
Puede que penséis que exagero. Puede que penséis que en verdad Donald Trump no va a tener tanto poder como pensamos. Pero es que eso no es lo importante. No me preocupa lo que Donald Trump pueda hacer como presidente, creo sinceramente que es un hombre que únicamente busca su propia gloria, y que no tiene verdaderas intenciones de llevar a cabo todos los absurdos que ha prometido. El problema no es él. -O no es sólo él-. El mayor problema es que se está rodeando de gente mucho peor que él. El vice-presidente, y el que ocuparía el cargo de presidente si a él le ocurriera algo, es Mike Pence, conocido por apoyar fuertes leyes en contra de la comunidad LGTBQ, o por hacer comentarios misóginos. Para rematar, los últimos fichajes para el gabinete de Mr. Trump han sido Steve Bannon, un conocido supremacista blanco, que se ha declarado públicamente anti-semita en múltiples ocasiones y que ocupará el cargo de Consejero Presidencial. Y Jeff Sessions, que ya en 1986 fue rechazado como juez federal por sus ideas raciales, él será Fiscal General de los Estados Unidos.
Menudo pastel.
Lo único que me tranquiliza de todo esto es saber que, por suerte, yo vivo en Nueva York. Una ciudad que se construyó de la fuerza, el trabajo y el poder de la inmigración. Es la ciudad más diversa de los Estados Unidos, y hogar de la estatua que ilumina la bahía donde durante décadas han llegado personas sedientas de justicia, trabajo y libertad. En las últimas semanas he podido ver de primera mano como una ciudad entera se unía en contra de la injusticia. Y me enorgullece decir que esta ciudad, Nueva York, encabeza la resistencia en contra de todo lo que este hombre representa.
Os dejo con unas palabras del alcalde de Nueva York, Bill di Blasio.
»Los neoyorquinos estaremos unidos. Los resultados de unas elecciones no cambian quiénes somos. Un único representante político no cambia quiénes somos. Una ley aprobada en Washington no cambia quiénes somos. Contamos con la fuerza de 8 millones y medio de personas. Y no vamos a cambiar. Somos Nueva York.»
-Mayor Di Blasio, 21 de noviembre de 2016
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Hoy, más que nunca, amo ésta ciudad.